La pandemia del covid-19 nos ha dejado múltiples enseñanzas, algunas que van más allá del cuidado de la salud y las medidas sanitarias, por ejemplo; se ha revolucionado el concepto de empatía y ayuda mutua, la dinámica física de la interacción social se ha modificado, el sentimiento de unidad familiar está más presente y en medio de todo esto la realidad virtual ha llegado para quedarse definitivamente.
En torno a esta situación, me parece que la realidad virtual resulta ser la herramienta más accesible y delicada, pero también para la mayoría de los ciudadanos; la más compleja de entender y materializar, el manejo de la información y lo expuesto en el mundo virtual (redes sociales, páginas de internet, noticieros, etc.) puede resultar contraproducente al intentar comprender todo lo que sucede en nuestro entorno y más allá de nuestras fronteras, la delgada línea entre lo que es y lo que se aparenta, entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal; y todo lo que se expone en un mensaje virtual, nos puede llevar a perder el verdadero sentido de la realidad.
El universo de información que se genera a cada segundo, es difícil de contener y procesar, en un día vemos surgir múltiples teorías sobre un mismo tema, miles de opiniones sobre lo que sucede actualmente y si a esto le sumamos que derivado del confinamiento tenemos tiempo suficiente para para recibir y procesar toda la información en la “red”, es inevitable que terminemos caminando en medio de la confusión propia de un gran congestionamiento que nos impedirá seguir con fluidez y certeza hacia adelante, enfrentándonos a una realidad intrínseca: el derecho a estar bien informados, se contamina con la libertad de otros para publicar sin restricciones, desde lo cierto hasta lo más insensato.
No podemos negar que aunque ya existían desde hace muchos años diferentes modalidades de comunicación virtual, ha sido el confinamiento de millones de ciudadanos por la pandemia del “coronavirus” lo que permitió que tales herramientas ocuparan un espacio preponderante en la forma de comunicarnos, con estas aplicaciones virtuales ha sido posible, en tiempo real, hacernos presentes en el trabajo, con la familia y como sociedad, el comercio en línea, la atención médica, la labor docente y muchas actividades que antes eran exclusivamente de atención presencial han descubierto en lo virtual una oportunidad de atención personalizada desde la red.
Será importante que aprendamos y asimilemos la utilidad de esta nueva “realidad virtual”, nuestros sentidos tendrán que estar alerta para identificar lo útil, lo real, lo increíble pero verdadero o lo común pero falso; no es posible alejarnos de esto que ha llegado para quedarse, pero si podemos poner límites a sus alcances, en un mundo prácticamente sin fronteras físicas, los límites virtuales jugarán un papel fundamental en la reconfiguración del mundo y sus sociedades.
Oaxaca con sus 570 municipios no escapa a este nuevo orden de interacción, con la velocidad acorde a las condiciones de un Estado donde la cobertura del internet es limitada, y con la realidad de pueblos que no disfrutan ni siquiera de servicios básicos y que sin embargo cuentan con opciones de internet satelital al alcance de todos, que se comercia por minutos en las tiendas de los pueblos, lo cual es suficiente para que aun, con una conexión deficiente, en unos cuantos minutos los ciudadanos pueden abrevar todo tipo de información misma que en pocas horas será esparcida en toda la comunidad y por algún tiempo permanecerá como “verdad única”, hasta que se pueda actualizar nuevamente en la próxima recarga y conexión.
Los datos oficiales y los comentarios en la “red” transitan a gran velocidad e intensidad, surgen declaraciones sacadas de contexto, mensajes difundidos tienen interpretaciones variadas, datos distorsionados, cada ciudadano materializa lo visto o escuchado desde su propia experiencia, creencia o realidad de acuerdo al entorno más próximo en el que se desenvuelve, y es así como pasamos en fracción de segundos de una realidad objetiva, a miles de realidades subjetivas, muchas con el único sustento de un mensaje o tuit publicado por “alguien”, lo cual nos enfrenta a la peligrosa realidad de cimentar nuestro futuro en la “verdad” que cambia casi en tiempo real.
Ante esta nueva realidad virtual, considero que los valores son fundamentales para discernir lo cierto de lo falso, lo positivo de lo negativo, lo que aporta y lo que resta; donde existe amor, honestidad, tolerancia, paz, respeto, justicia, responsabilidad y lealtad, difícilmente se multipliquen los mensajes que transgreden el derecho e integridad de otros y que nos hagan perder el rumbo como personas y sociedad, en la red también existen mensajes e información positiva, el reto está en saber cuándo, qué y cuáles deben ser compartidos y viralizados.
La responsabilidad de los líderes de países, Estados, organizaciones, referentes sociales, debe estar plenamente establecida, ya que sus palabras pueden mover a la masa poblacional en un sentido u otro, crear confusión o marcar ruta correcta hacia el desarrollo.
Ahora mismo los múltiples y diversos mensajes respecto al “coronavirus” hacen que estemos entre la incredulidad, la zozobra, el relajamiento de algunos o el pánico de otros; la certeza tiene ser el principal elemento que debe permear en la sociedad después de escuchar o ver cualquier mensaje oficial que circule en el internet, de lo contrario como lo dice el dicho popular: “será más caro el remedio que la enfermedad”.
Estos son momentos de empatía, de solidaridad, de verdad y certeza, lo cual aplica también en el mundo virtual; mientras no logremos aplanar la curva de crecimiento de “lo que parece frente a lo que realmente es”, debemos de hacer esfuerzos extraordinarios por actuar de manera responsable con los contenidos que publicamos, en los que creemos y lo que compartimos.
Dañarnos como sociedad puede resultar más peligroso que cualquier pandemia, peste, depresión económica o guerra, sin embargo si existe unidad, cohesión y sentido de hermandad en nuestros corazones, seguramente será más fácil lograr lo que anhelamos y en lo que coincidimos: la felicidad humana, con desarrollo colectivo real y no virtual.