LA X EN LA FRENTE
Moisés MOLINA
¿INDÍGENAS O MEXICANOS A SECAS?
En Oaxaca, más allá del purismo académico, no resulta difícil tomar partido respecto de la nueva polémica desatada por el Presidente López Obrador de otorgar la Pensión Universal para Adultos Mayores de forma diferenciada a indígenas y no indígenas.
De acuerdo a su decisión, los indígenas estarían recibiendo el beneficio monetario a partir de los 65 años, mientras que el resto de la población (no indígena) a los 68.
Sin las llamadas acciones afirmativas o de discriminación positiva no podrían explicarse todas las bondades que, por ejemplo, ha traído consigo la creciente paridad de género en algunos órdenes de la vida como en los poderes legislativos federal y de algunos estados.
No es mi pretensión defender al Presidente; no lo ocupa. Él es el Presidente y puede hacer todo cuanto la ley le faculte. Su principal trabajo es tomar decisiones y las está tomando.
Pretendo más bien ponderar el argumento.
¿Debe darse en México trato “preferencial” a los indígenas por encima de quienes no lo son?
¿Deben los indígenas ser medidos con la misma vara que los no indígenas bajo el razonamiento de que todos somos mexicanos y de que la ley es “general”, pareja para todos, pues?
Desde mi sentir, nuevamente la discusión tiene que ver con la justicia. Y justicia no es tratar igual a todos. En México y no se diga en Oaxaca hay desiguales y los más desiguales entre los desiguales son los indígenas.
Desde Oaxaca se debe aplaudir -creo yo- toda decisión que busque dar trato desigual a los desiguales.
En todo caso el debate podría centrarse en la calidad de indígena. ¿Quién es un indígena? ¿Qué hace de un mexicano un indígena?
Tal vez por ahí debió haber comenzado el Presidente. Si algo he aprendido en lo que llevo de vida es que siempre la retórica sin argumentos es mala retórica, demagogia.
Muchas ocasiones -parco- el Presidente no alcanza a expresar todo lo que debiera en un mundo donde las globalización de las comunicaciones castigan todo pecado semántico y discursivo. A veces -hay que decirlo- de forma mañosa.
En México existen tres dimensiones muy claras y delimitadas respecto del “ser indígena”. Cada una con su método y su respaldo institucional, fuera, lejos de toda ocurrencia. El indigenismo en México se mide.
1.- El INEGI considera indígenas a aquellas personas que teniendo tres o mas años declara hablar una lengua indígena. Indígena es todo aquel hablante de una lengua indígena de 3 o más años.
2.- Para el Instituto Nacional Para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, un indígena es aquella persona que pertenece a un hogar indígena en donde el jefe o jefa del hogar, su cónyuge y/o alguno de los ascendientes (madre o padre; madrastra o padrastro; abuelo, abuela, bisabuelo, bisabuela, tatarabuelo, tatarabuela, suegro o suegra) declaró ser hablante de una lengua indígena.
Es decir por el solo hecho de pertenecer a un hogar donde una persona de las enunciadas hable lengua indígena, se es indígena según este criterio administrativo.
3.- Es el llamado criterio de “autoadscripción” y para mí el que debiera tomarse como base para cualquier política pública en materia indígena. El INEGI lo reconoció en 2015 “a partir del autoreconocimiento como persona indígena con base en su propia cultura, tradiciones e historia”.
Su fundamento último es el artículo 2 de nuestra Constitución y el famoso Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo. Dice nuestra norma suprema:
“La conciencia de su identidad indígena deberá ser criterio fundamental para determinar a quienes se aplican las disposiciones sobre pueblos indígenas”.
En Oaxaca, según el INEGI, el 32.2% de la población total, es decir 3 de cada 10 habitantes es indígena bajo el criterio de hablantes de lengua indígena.
Pero si abrazamos el criterio de la autoadscripción encontramos que el 65.7 por ciento de la población se considera indígena, de quienes más de la mitad son mujeres.
En un país donde, de acuerdo al CONEVAL, 7 de cada 10 indígenas viven en situación de pobreza; y el 33.3% en pobreza extrema y en el estado con mayor población que se autodefine indígena en México, no podemos ver con malos ojos este tipo de decisiones.
En mi opinión, López Obrador no inauguró ningún debate sobre discriminación en México. La discriminación ha sido connatural a nuestra historia. La discriminación existe, obra y hay que hacerle frente.
Si estos instrumentos de política pública asistencialista, (clientelar, llamada por muchos) son los idóneos en una visión de ejercicio responsable de administración y gobierno, es tema aparte.
Pero sea como fuere los indígenas de México y entre ellos los de Oaxaca merecen justicia, de la forma que sea. Por el momento yo veo con buenos ojos que puedan recibir su pensión a los 65 años y de ser posible, antes.