Las bicicletas se ven en Oaxaca, Aguascalientes, Ciudad de México, Guadalajara, Mérida, Mexicali, Monterrey, Morelia y Puebla.
En las vibrantes calles de varias ciudades de México, entre el incesante sonido de las bocinas y el movimiento continuo de millones de personas, los ciclistas y peatones buscan hacerse un lugar en calles planificadas para los automovilistas.
Entre 1980 y 2017, el número de vehículos de motor en México aumentó de 5.758.330 a 45.476.133, lo que representó un crecimiento del 686%, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
El incremento vehicular se ha traducido en políticas públicas enfocadas en los automovilistas, pero ha dejado a la deriva a peatones y ciclistas. En medio del ajetreo del día a día, en los últimos años se han instalado bicicletas blancas en postes de varias ciudades del país y, aunque son vistosas y se han mimetizado con el paisaje, son un triste recordatorio.
En un cruce peatonal entre Avenida Universidad y Mayorazgo, en el sur de Ciudad de México, una bicicleta blanca cuelga de un poste blanco con un letrero de un peatón caminando. A unos pasos, un joven vende frutas y, aunque omite dar su nombre porque es muy «penoso», dice que no sabe por qué está colgada esa bicicleta blanca.
Christopher García, un peatón que cruza por ahí un viernes a mediodía, sí sabe qué significan: «Son un monumento que hicieron para las personas que atropellan y más en los pasos (peatonales), para tomar conciencia».
En este cruce está la primera bicicleta blanca instalada de la capital. Es en honor a Liliana Castillo Reséndiz, una ilustradora de 23 años que murió atropellada por un automovilista que circulaba a exceso de velocidad, el 22 de mayo de 2009.
Cenotafios de dos ruedas
«La bicicleta blanca en México se utiliza como un cenotafio, como las cruces que colocamos en carreteras cuando alguien muere o es asesinado, es una forma de recordarlas, de no olvidar que era una persona que iba a su trabajo, que iba a su escuela, que iba a ver a sus hijos o a sus padres, que iba a hacer algo», dice Ari Santillán, activista y coordinador de proyectos de comunicación en la consultora CityES!.
Con el aumento de los accidentes que involucran a ciclistas y peatones, los colectivos se organizan para colocar los singulares cenotafios el lugar en que falleció la persona, aunque primero piden permiso a los familiares. En caso de aceptar, algún miembro de la comunidad dona una bicicleta blanca para el homenaje o, en otras ocasiones, se coloca la misma que usaba la persona que fue atropellada.
«Es de las experiencias más horribles que he sentido en mi vida, el hecho de subirte a un poste y colocar una bicicleta que significa que alguien murió ahí, te constriñe todo», confiesa Ari, aunque reconoce que es lejano al dolor que pueda experimentar el familiar de alguna víctima de un accidente vial, la sensación «es indescriptible».
La colocación de bicicletas blancas en las calles es un recordatorio a las víctimas, pero también tiene dos funciones: hacer visible el riesgo de salir a la calle y protestar ante las autoridades para que garanticen la seguridad vial.
Son un recordatorio que muchas veces pasa desapercibido, aunque las muertes suceden con frecuencia. El pasado jueves 6 de diciembre, un ciclista murió atropellado por un vehículo particular en Avenida Revolución, en la colonia San Pedro de los Pinos (centro-poniente de Ciudad de México), y el conductor huyó.
A unos metros de donde quedó tirado el cuerpo del joven, de aproximadamente 30 años, había una bicicleta blanca colgada de un poste.