Nadie puede imaginarse escribir en otra lengua que no sea la materna, escribió alguna vez Miguel de Unamuno. Después reconoció que, aunque existían grandes excepciones, la regla de oro asentaba que uno es poderoso en su propia lengua. Y con razón. La lengua es la casa de la verdad del ser, dijeron los filósofos, no es envoltura del pensamiento sino el pensamiento mismo, agregaron los lingüistas; el templo en el que está encerrada el alma del que habla, terciaron los poetas. Pero resulta que más allá de las palabras, es más que todo eso: la lengua es la patria de quien la habla, la piensa y la escribe.
Efeméride para la memoria —a nivel mundial y desde hace mucho— hoy 21 de febrero, es el Día Internacional de la Lengua Materna. Se originó como apoyo al Movimiento por la lengua bengalí que en su fiesta de reconocimiento, en 1952, terminó en tragedia: cuando la policía y el ejército del estado pakistaní—que entonces ocupaba Bangladesh— abrieron fuego contra la multitud de hablantes que se manifestaban por sus derechos lingüísticos en Dhaka. La idea de recordar aquel hecho sanguinario fue iniciativa del pueblo de Bangladesh y proclamado oficialmente por la UNESCO en el año 2000. A partir de ese momento, se celebra cada año en la misma fecha entre los Estados parte y en la sede de este organismo. El motivo principal es promover la diversidad lingüística, cada vez más amenazada. Porque los hechos son graves y las estadísticas no mienten: cada dos semanas, en promedio, desaparece una lengua. Con ellas también se extinguen la memoria y un patrimonio irrecuperable.
En México, hay una extraordinaria riqueza en cuanto a lengua materna, originaria o natural que también se está perdiendo. Hay 364 lenguas en 68 agrupaciones. Actualmente se identifica la existencia de 11 familias lingüísticas indoamericanas que tienen presencia en nuestro país con al menos una de las lenguas que las integran. Éstas son la álgica, la yuto-nahua, la cochimí-yumana, la seri, la oto-mangue, el maya, el totonaco-tepehua, la familia tarasca, la mixe-zoque, la chontal de Oaxaca y la huave. Cada una de ellas engloba gran cantidad de lenguas maternas y cada vez menos hablantes.
Hoy se reconoce que —contrariamente a la creencia común— las lenguas locales son totalmente capaces de transmitir los conocimientos —propios y ajenos— más modernos. Y que con la extinción de estas lenguas, sus hablantes se verán privados de un derecho humano fundamental: el de la educación científica, artística y humana. Apartados de la tecnología y condenados a la incomunicación, estos grupos, al perder su lengua materna, estarían condenados también a dejar de transmitir al mundo su riqueza cultural, su visión del mundo y saberes científicos tradicionales a menudo ignorados.
Audrey Azoulay, directora general de la UNESCO, con motivo del Día Internacional de la Lengua Materna 2019, y adelantando otra celebración que durará el año entero, dijo en su mensaje lo siguiente: “Los pueblos indígenas siempre han expresado su deseo de recibir educación en sus propios idiomas, tal como se estipula en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas. Dado que el 2019 es el Año Internacional de las Lenguas Indígenas, este Día Internacional de la Lengua Materna está dedicado al tema de las lenguas indígenas como factor de desarrollo, paz y reconciliación. Los pueblos indígenas representan aproximadamente 370 millones de personas y hablan la mayoría de las 7 000 lenguas vivas. Hasta el día de hoy muchos de ellos sufren marginación y discriminación, extrema pobreza y violaciones de los derechos humanos (…) Por ello, en este Día Internacional de la Lengua Materna, invito a todos los estados miembro de la UNESCO, nuestros asociados y las partes interesadas en la educación, a que reconozcan y hagan efectivos los derechos de los pueblos indígenas”.
Este día es sólo un avance de todo lo que se escuchará en el año y podrá aprender sobre las lenguas originarias del mundo entero. Es importante celebrarlas y hoy es la fecha. Tal vez reflexionando lo grave que sería perderlas.