Por: Moisés Molina.
La política es de tiempos. Hay políticos que nacen con estrella y otros que nacen estrellados.
El éxito en política, hablando de trayectorias, tiene mucho que ver con la vocación, la formación, la inteligencia, la sensibilidad, el temple y el olfato; pero un político sin suerte nunca será exitoso.
Hay políticos para quienes aplica perfectamente aquello de que “el destino está escrito”.
La sucesión de sus éxitos parece sacada de un guion. Cosas suceden, acontecimientos se acomodan, coyunturas llegan; el destino parece conspirar en su favor. Los más exitosos han llegado a ser Presidentes con la circunstancia y con el voto de la mayoría.
El pasado jueves el Presidente López Obrador dijo que en 2024 se jubila. “Debe haber relevo generacional”, dijo.
Inmediatamente se reorganizó el hándicap.
Y llamó mucho la atención el tuit de @politicomx con sus mas de 124 mil seguidores:
“AMLO ya revisa sus cartas fuertes para 2024 ¿qué políticos ya suenan para competir por la presidencia?”.
En un proyecto conjunto con las empresas de demoscopía PoolsMx y UPAX anunció 6 finalistas en función del nivel de conocimiento y las preferencias de la gente: Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Ricardo Anaya, Enrique Alfaro, Mauricio Vila y Alejandro Murat.
Para los demoscopistas y no pocos analistas, al igual que para el Presidente, la sucesión ya empezó.
Y el gobernador de Oaxaca está en el ruedo, lo quiera o no.
Desde los tiempos de Diódoro Carrasco ningún oaxaqueño se había mencionado como presidenciable. Al cuicateco se le atravesó la circunstancia.
Hoy, Alejandro Murat podría correr con otra suerte.
Murat comienza a cobrar fuerza como el único priista con los atributos y la coyuntura para ser electo Presidente.
A fuerza de desencantos, hoy nos estamos dando cuenta de lo que México requiere en el timón.
Y Alejandro es un político de la nueva generación que entiende el mundo, pero que también entiende y conoce México. Se formó académicamente en la UNAM, el ITAM y en Columbia. Y políticamente ha crecido exponencialmente en su paso por lugares estratégicos en el Poder Legislativo y en la administración pública.
Entiende de leyes, de economía, de finanzas internacionales y -por supuesto- de política. Gobierna nada más y nada menos que el estado más diverso y complejo de México.
Pregunten a quienes de otras latitudes han venido a hacer política a Oaxaca. Los que vienen con credenciales de maestros, aquí se doctoran. Oaxaca es la meca de la política y también de la grilla.
En el México polarizado que nos van a dejar para 2024 las izquierdas y las derechas, la llave maestra será la concordia.
Lo mejor que le puede ocurrir a este país es un Presidente que reconcilie, que ayude a sanar rápido las heridas y a resarcir en tiempo récord los agravios. Nada puede prosperar en medio del fuego cruzado. Lo estamos viendo.
Alejandro Murat es conciliador, paciente, atento y voluntarioso. Una de sus palabras favoritas es “consistencia”. Y siempre mide resultados, bajo la lógica pragmática de que “solo lo que se puede medir se puede mejorar”.
En una plática nos habló de la importancia de planear, y reflexionó: “el gran problema es que muchos que son muy buenos para planear se quedan en el plan. Y eso no basta, hay que ejecutar”.
Hoy lo vemos en las giras que está haciendo por todas las regiones para anunciar las más de 12 mil obras y acciones concluidas en 4 años de gobierno.
En ese balance les está diciendo a los oaxaqueños: “lo planeamos y lo hicimos”.
Para ser presidente -guste o no- la primera aduana que se tiene que pasar es la de la postulación por parte de algún partido y Murat es el único priista en el hándicap.
Y además tiene una estrecha relación con el Presidente de su partido. “Hermano” se dicen el uno al otro siempre que coinciden. Hay empatía. Son equipo. Sin un equipo, en política estás perdido. No hay más.
No estoy diciendo que Alejandro va a ser Presidente. Nada me daría más gusto.
Estoy tratando de dimensionar la posibilidad real de que ello suceda.
Innegablemente, Alejandro Murat es un político con estrella que está haciendo lo suyo y que no tiene un pasado que lo pueda alcanzar, como a la gran mayoría.
Vamos a ver qué pasa.