Moisés MOLINA*
Hashem Al-Ghaili es un biólogo molecular yemení que irrumpió hace escasos meses en redes sociales con un video que explica su modelo de lo que básicamente debía ser la reinserción social del delincuente.
Su proyecto de reinserción social se llama “Cognify” y consiste en cárceles con celdas equipadas para alterar recuerdos y pensamientos de los sentenciados, por medio de inteligencia artificial.
La disruptiva y escandalosa propuesta se basa en los adelantos de la neurociencia que implican la posibilidad de “implantar” en el cerebro recuerdos falsos “interviniendo” las redes neuronales de la corteza cerebral.
Esto que suena a ciencia ficción cobra tintes de realidad ante los avances impetuosos de las neurotecnologías que principalmente Elon Musk ha convertido en su agenda.
Cognify propone que a los sentenciados por crímenes graves se les implanten recuerdos del delito que cometieron pero desde la perspectiva de la víctima, con el propósito de generar un trauma y la imposibilidad de reincidencia.
Mediante esa “técnica”, los presos purgarán en unos minutos de intervención cerebral, años de condena, porque la experiencia cerebral de ellos sería de los años de sus sentencias.
Una persona sentenciada a 20 años de prisión, podría compurgarlos en unos minutos sin la conciencia de que sólo hayan sido unos minutos, sino 20 años.
Esto implica, en el plan ideal, que no tendríamos cárceles más que de paso; olvidarnos de los oneroso y perversos sistemas penitenciarios de muchos paises.
Pero hay claramente, aunque “Cognify” sea materialmente posible, muchas interrogantes y reproches que tienen que ver fundamentalmente con la bioética y los derechos humanos, además de los inconvenientes que conlleva el error judicial.
Como quiera que sea, es algo que ya se puso sobre la mesa. Y el hecho de que escape al entendimiento de la mayoría de nosotros, no quiere decir que no pueda ser realizable en la práctica.
Reitero, la ciencia y la tecnología siguen avanzando a pasos cada vez más veloces y hoy, el segmento más activo parece ser el de la inteligencia artificial, estrechamente ligado con el estudio del cerebro y la conducta.
Ya he explicado en entregas anteriores que la inspiración del Derecho, como sistema de normas, es la conducta.
Creamos normas jurídicas y sentencias para normar y juzgar la conducta de las personas.
Y es reciente, en la historia de la humanidad y del derecho, el descubrimiento de que la conducta se origina en el cerebro, que es el órgano de que cada día pareciera que sabemos menos cosas.
Al estudio de este y otros dilemas se abocará el Segundo Congreso Internacional de Neurociencias Aplicadas al Derecho donde tendré el privilegio de compartir una ponencia sobre Neurociencia e Interpretación Constitucional y un taller sobre Dialéctica, Racionalidad Jurídica y Neurociencia.
La cita es en el Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca estos 5, 6, 7 y 8 de noviembre.
La entrada será gratuita.
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca