Los damnificados del gobernador

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CRÓNICA

CENTRO/REDACCIÓN

El gobernador no había tenido otro discurso más provocador. En sólo 3 minutos, de los siete que duró su visita al mercado de abasto, originó que los afectados del siniestro se enardecieran y cerraran vialidades, mientras delincuentes cometían el saqueo a una tienda Piticó y algunos locales siniestrados.

Con la prensa “amiga” avisada de la visita, Murat pretendía influir en el ánimo de los damnificados. Su capacidad fue mayúscula: movió masas, pero en su contra.

El objetivo era tomarse la foto, declarar a la prensa e irse. Nunca pensó en recorrer la zona y por eso todo salió mal.

A las 13.30 horas, el mandatario, arribó, sin previo aviso, acompañado del presidente municipal Oswaldo García Criollo y de su “amuleto negro”, el diputado Alejandro Avilés, a la orilla del mercado, sobre el Periférico.

Descendió de una camioneta gris con vidrios polarizados y se paró junto al edil, al costado de tres patrullas de la Municipal y una de bomberos, con sus elementos en firmes, preparados para la ocasión.

A cien metros de la zona de desastre, rodeado por elementos de las policías estatal y municipal, de seguridad del mandatario y de Protección Civil, dirigió su discurso de dos minutos con 44 segundos, en cinco partes (que en realidad fueron 4):

  1. Agradecer la labor de los bomberos y celebrar que no hubo víctimas.
  2. Que se harán este día labores de limpieza en la zona incendiada.
  3. La Fiscalía General determinará el origen del siniestro.
  4. “quinto: quiero informar al pueblo de Oaxaca que el Gobierno del Estado tiene listos cien millones de pesos para poder arrancar el proceso de rehabilitación del mercado, y pedir a los comerciantes que se sumen”

Luego tomó la palabra el presidente municipal por 3 minutos para reiterar el apoyo a los comerciantes.

Tras otra breve intervención de un minuto del gobernador, para reconocer uno a uno los nombres de los mandos que participaron en el control del incendio, cortó las preguntas de los reporteros con un manotazo en el aire a manera de guillotina. Con la misma mano se despidió de la prensa, a siete minutos de haber llegado.

Dos minutos después salieron comerciantes del área de conflagración que se habían organizado para hablar con el mandatario. Al buscarlo con la marida hacia los carriles de Periférico y no encontrarlo, estallaron en ira. Lanzaron expresiones de repudio y groserías contra el gobernador. “Cuando quería el apoyo ahí estábamos como pendejos”, “que regrese”, “que vuelva”, “vale para pura madre”, ”de aquí no nos movemos”, fueron algunas de las expresiones que se pueden citar.

Algunos comerciantes hombres decidieron cerrar inmediatamente los dos carriles del Periférico, colocándose primero ellos frente a los autos t camiones y después con llantas.

La protesta hizo que las 3 patrullas de la Policía Municipal y una de bomberos, así como una decena de motopatrullas se retiraran, en lugar de evitar el bloqueo. La estampida preveía la creciente molestia.

Los comerciantes taparon enseguida los carriles del crucero del Periférico con Avenida Central.

Esto fue aprovechado por unos 25 “malillas”, como conocen a rateros, asaltantes y drogradictos que deambulan en ese mercado, para saquear la tienda Piticó de Avenida Central. Con la mercancía en bolsas y cajas que les cabían en las manos, los jóvenes en su mayoría se retiraban a prisa pero caminando, ante la ausencia de la policía.

Varios minutos después regresaron las patrullas municipales y buscaron infructuosamente a los delincuentes. En motos y camionetas oficiales se distribuyeron por el Periférico, Mercaderes y Nuño del Mercado. Los maleantes habían huido hacia la zona siniestrada, perdiéndose entre los pasillos.

Ahí cometieron otros robos de mercancía, sobre todo ropa, que estaban al paso y que habían recuperado comerciantes.

Esto obligó a que los mercaderes se organizarán y cerraran sus locales. Se armaron de palos y tubos, y amenazaron con linchar a los delincuentes que atraparan. “Ratero que agarremos, ratero que le vamos a echar lumbre”, amenazó uno de ellos, toralmente enardecido.

Con la llegada de la policía, los bloqueos fueron retirados y los comerciantes volvieron a su penosa labor de ver qué rescataban, de cuidar su escasa mercancía, alguna chamuscada. La molestia contra el gobernador ya se había olvidado. El discurso provocador sólo había agregado daños a la quemazón. Y dejaba más damnificados el gobernador