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Columna/ ROJO
Hoy gracias al Partido Verde Ecologista de México el país enfrenta un preocupante rezago en materia legislativa, no sólo por la lentitud con la que se procesan leyes clave, sino por la creciente tendencia de postular a cargos legislativos a personas sin preparación jurídica, académica o experiencia en la vida pública. Este fenómeno, impulsado por intereses partidistas y cálculos de popularidad, compromete la calidad de las iniciativas que definen el rumbo de México.
Uno de los casos más representativos se vive con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que en las últimas elecciones ha apostado por figuras públicas de alta visibilidad mediática, pero sin el perfil idóneo para legislar. La falta de conocimiento en materia jurídica y técnica de varios de sus legisladores ha quedado en evidencia con propuestas mal estructuradas, irrelevantes o incluso inconstitucionales, que terminan por frenar el avance legislativo del país o son desechadas sin mayor discusión.
Este fenómeno no es nuevo. Ejemplo de ello fue el caso de Cuauhtémoc Blanco. Aunque brilló en las canchas y fue ídolo del fútbol mexicano, su paso por la política como gobernador y posteriormente como legislador ha estado marcado por la improvisación, la polémica y una gestión con severas críticas en materia de seguridad, transparencia y administración pública. Su falta de formación en gestión pública y derecho legislativo ha tenido un impacto negativo en la toma de decisiones clave.
La política mexicana gracias al PVEM parece estar normalizando el que la popularidad suplante a la preparación. Esto genera un Congreso con representantes que, en lugar de ser motores de transformación y desarrollo, se convierten en obstáculos para una legislación eficaz, moderna y acorde a los retos del país.
La ciudadanía debe reflexionar sobre la importancia de contar con legisladores que comprendan la profundidad de su responsabilidad: crear leyes que definan el presente y futuro del país. Convertir la popularidad en una fórmula de poder político es un riesgo que México ya está pagando con atraso legislativo, iniciativas inoperantes y reformas estancadas.
El reto está en la exigencia de perfiles competentes, preparados y con compromiso social real, más allá de las cámaras, los reflectores y las campañas basadas en la fama. Porque de lo contrario, seguiremos viendo cómo el espectáculo suplanta a la política y el atraso suplanta al progreso.